Cuando hablamos de alimentarnos, la mayoría piensa que es solo comer, pero alimentarse va más allá de simplemente comer. Es importante saber qué estamos introduciendo a nuestro organismo, en qué nos ayuda, qué función va a cumplir, cómo la voy a aprovechar y qué cantidad puedo ingerir. Estas deberían ser algunas de las preguntas que debemos hacer cuando hablamos de alimentación.
¿Existe alguna diferencia entre alimentación y nutrición? Pues sí. La alimentación se refiere a todas aquellas sustancias o alimentos que una persona ingiere con la finalidad de saciar el hambre o nutrirse, y así obtener la energía necesaria para el día. Sin embargo, el alimento en sí no nos nutre. En cambio, los nutrientes son los que forman parte de los alimentos y son elementos esenciales para la realización de todas las funciones vitales del organismo, asegurando que se lleven a cabo de forma óptima.
El organismo recibe, transforma y utiliza las sustancias químicas que hay en los alimentos. Estos nutrientes son: las proteínas, los hidratos de carbono, los minerales y las vitaminas que se encuentran en algunos alimentos. Su función depende de diferentes procesos, como la digestión, la absorción y el transporte de nutrientes desde estos alimentos hasta los tejidos.
La alimentación, desde la antigüedad, ha sido considerada esencial para la prevención de enfermedades e incluso ayuda a recuperarse de ciertos cuadros patológicos. Además, se la considera un aliado para una buena longevidad, siempre y cuando se realice de manera correcta. Es importante tener en cuenta que alimentarse por sí solo no es suficiente; sin embargo, es un gran paso cuando se combina con otros aspectos indispensables para mantener una buena salud y longevidad, como el ejercicio o la actividad física, un buen descanso, cuidar la salud mental y una adecuada hidratación. Todos estos elementos, en conjunto, le proporcionan al cuerpo lo que realmente necesita para evitar muchas enfermedades y, en algunos casos, para recuperarse de ellas y mantenerse en un estado óptimo acorde a la edad.
Beneficios y aportes al organismo
El Instituto de Nutrición creó una pirámide nutricional en los años 70, la cual ha sido modificada en dos ocasiones, agregando el ejercicio físico y el consumo de agua a la alimentación diaria. Esto tiene como finalidad que todos podamos incluir todos los grupos nutricionales en nuestra vida diaria, de acuerdo a nuestras necesidades. Garantizar estos aportes nutricionales es fundamental para el correcto funcionamiento del organismo y ayuda en la organización y planificación de una dieta equilibrada y diversa. Al consumir alimentos de cada grupo en las cantidades adecuadas, se asegura el aporte necesario de nutrientes para el mantenimiento de la salud y el bienestar físico y mental .Estos son los grupos para incluir en una alimentación diaria y balanceada:
Grupo I: Leche y Derivados: Son alimentos proteicos que aportan energía y ayudan a la formación y mantenimiento de la estructura del organismo. Su principal aporte es de calcio, fósforo, vitamina D y vitaminas del grupo B, que son fundamentales para el desarrollo y mantenimiento de los dientes y huesos, la función muscular, la coagulación sanguínea y el funcionamiento del sistema óseo.
Grupo II: Carnes, Pescados y Huevos: Incorporan proteínas de alto valor biológico, vitaminas del grupo B, hierro y zinc. El pescado, en particular, tiene un alto contenido de grasas omega-3, que son importantes para el crecimiento y reparación celular, el transporte de oxígeno en la sangre, el funcionamiento del sistema inmunológico, así como en la producción de hormonas y enzimas, entre otras funciones vitales.
Grupo III: Patatas, Legumbres y Frutos Secos: Gracias a su contenido de hidratos de carbono, aportan energía. Las legumbres son una fuente de proteínas de origen vegetal y fibra, mientras que los frutos secos contienen ácidos grasos monoinsaturados (ácido oleico) y poliinsaturados (ácido linoleico, omega-3), así como vitaminas del grupo B, vitamina C, vitamina E, hierro, zinc, fibra y minerales como el magnesio y potasio. Todos estos nutrientes son esenciales para la producción de energía, la función cerebral, cardiovascular, y el mantenimiento de la piel y cabello.
Grupo IV: Verduras y Hortalizas: Aportan grandes cantidades de vitaminas como A, C, E y K, así como minerales, oligoelementos, fibra soluble, antioxidantes, ácido fólico, potasio, magnesio y fitoquímicos que ayudan a proteger al organismo de enfermedades. La fibra también contribuye al tránsito intestinal y a la regulación del colesterol y la glucemia.
Grupo V: Frutas: Contienen sacarosa, fructosa y glucosa, y ofrecen un aporte calórico bajo.
Grupo VI: Cereales y Derivados, Azúcares: Aportan calorías a través de sus carbohidratos, así como vitaminas del grupo B, fibra, hierro, zinc e hidratos de carbono. Contribuyen al suministro de energía, a la función cerebral, nerviosa y a la formación de glóbulos rojos, además de ayudar a prevenir el estreñimiento.
Grupo VII: Grasas y Aceites: Son ricos en vitaminas liposolubles e incluyen grasas saturadas, como la mantequilla, y grasas de origen animal, así como grasas insaturadas de aceites naturales, como el de aguacate. Las grasas son necesarias para la absorción de las vitaminas liposolubles (A, D, E y K), en la producción de hormonas y en procesos metabólicos. Es importante tener en cuenta que el consumo excesivo de este grupo puede ocasionar enfermedades cardiovasculares.
Recomendaciones
Se debe tomar conciencia y educarse sobre el impacto que tiene una buena alimentación en la salud a largo plazo y en la prevención de enfermedades. Es fundamental dar prioridad a aquellos alimentos que son ricos en nutrientes y evitar los ultraprocesados, que no aportan lo necesario para el buen funcionamiento del organismo. También es importante considerar el aporte que necesita cada persona, acorde a su gasto energético y su índice de masa corporal (IMC), e incluir en la alimentación diaria todos los grupos nutricionales correspondientes a cada individuo.
Existen estudios que han demostrado que algunos alimentos influyen en el estado de ánimo y en la salud mental. Por ello, es esencial fomentar un estilo de vida que promueva el equilibrio en la formación integral de las personas desde una edad temprana, adoptando un enfoque proactivo hacia la salud y el bienestar a lo largo de toda la vida.
Además, es recomendable involucrar a la comunidad y a las familias en la educación sobre nutrición, ya que un entorno de apoyo puede facilitar la adopción de hábitos saludables. La educación continua sobre la alimentación y su impacto en la salud puede empoderar a las personas para que tomen decisiones informadas y mejoren su calidad de vida.